Cómo se documenta un escritor (sin morir en el intento) – Parte II

Si has sobrevivido a los dos primeros pasos para una documentación eficaz, que te comentaba en mi entrada anterior en el blog, entonces creo que ya estás preparado para pasar a la siguiente fase con garantías de que podrás con ella.  Vamos allá:

 

PASO 3: ANOTAR LA INFORMACIÓN VALIOSA

Puede parecer una perogrullada, pero nada de todo lo anterior tendría sentido si no tomas notas de la información valiosa que encuentras. Y con tomar notas no me refiero solo a garabatear en un post-it o a tener veinte pestañas abiertas en tu navegador. En serio, te sorprendería la cantidad de veces que he perdido información importante por no haber anotado en qué página web leí tal o cual información relevante, o todos los audios y notas en el móvil que acabé traspapelando por no volcar su contenido en un soporte más seguro.

Toma notas SIEMPRE, de TODO lo que veas que te puede ayudar, tanto para la planificación como para la escritura de la historia, y acompáñalas de una notita para saber dónde lo hallaste. Te vendrá genial también para las referencias bibliográficas, en caso de que quieras/debas incluirlas.

 

PASO 4: SELECCIONAR LO IMPORTANTE

Cuando consideres que ya has recabado suficiente información (permíteme que te haga un spoiler: nunca llegará ese momento. Siempre tendrás la sensación de que no has buscado bastante), reúnela toda en una sola carpeta, ya sea física o virtual, y vuelve a leer todo lo que has anotado.

Lo sé, puede parecer un rollo, pero es muy probable que en ese momento hayas leído tanto, visto tanto y oído tanto que no recuerdes ni la mitad. Refresca tu memoria y, de paso, haz un segundo filtrado de tus anotaciones: subraya lo más importante, haz esquemas si es preciso, y descarta lo que creas que no vas a necesitar a corto plazo. ¡Ojo! No lo tires a la papelera (¡eso nunca!); guárdalo en otro sitio. No sabes si lo puedes llegar a necesitar más adelante, o incluso para otro proyecto.

 

PASO 5: ARCHIVAR Y RECUPERAR LOS DATOS

Una de las cuestiones más difíciles en el tema de la documentación, al menos para mí, tiene que ver con saber dónde pongo cada cosa y cómo volver a ella cuando llegue el momento.

Vamos a ver un ejemplo: si estoy escribiendo una novela ambientada en 1800 y en la última escena los protagonistas se casan, probablemente me interese mucho saber cómo se celebraban las bodas en esa época, y he encontrado un par de libros interesantes al respecto de los que he tomado nota, como la autora eficiente y meticulosa que soy (je, je, je). Sin embargo, desde que tomé las notas y hasta que llegó el momento de narrar esa escena transcurrieron… un año y medio. Bueno, no hay problema, porque para eso tengo mis anotaciones a buen recaudo. Ni corta ni perezosa, acudo a la carpeta donde sé que guardo toda la información y… descubro en ella treinta y cuatro archivos, con nombres tipo: Notas, Notas 1, Notas para novela, Más notas. ¿Dónde demonios está el parrafito escaso en el que se hablaba de cómo llegaban las novias a la iglesia? ¿Voy a tener que leerme treinta y cuatro archivos diferentes, cada uno de una media de quince páginas, para encontrar justo lo que busco?

Para evitar que pase esto es precisamente para lo que necesitas un método, como hablábamos antes, y ceñirte a él del modo más estricto posible. ¿Mi consejo? Agrupa la información POR TEMAS, no por autores, ni por títulos, ni por fechas. Y, dentro de cada tema, establece un índice que te permita, por un lado, saber si la información que buscas está ahí, y por otro, dar con ella rápidamente en caso de que sí. Programas como Scrivener, o incluso Excel, pueden ayudarte un montón. Y sí, soy consciente de que es un verdadero ROLLO tener que hacer todo esto, pero te garantizo que será el fin de semana lluvioso mejor invertido de tu vida.

Para terminar, me gustaría añadir solo una cosa: la documentación por sí sola no sirve de nada. Una acumulación de datos en frío, un copia-pega de Wikipedia (además de dar muy mala imagen) aburrirá a los lectores y les resultará hueco y sin sustancia. La documentación solo tiene sentido como «apoyo» para la emoción que debe destilar tu obra, y que es lo que de verdad calará en quien te lee. Dice Francisco Castro que al escritor tienen que importarle los datos, pero solo hasta donde le importan a la literatura. De hecho, en ocasiones incluso convendrá modificar o ignorar determinados aspectos si de ese modo la historia sale ganando ―lo que se conoce como «licencias literarias». Como se suele decir en el lenguaje periodístico: «Nunca permitas que la realidad te estropee una buena historia». 😉